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En la cocina

 

En la cocina las cebollas invitan a bailar a las zanahorias danzas que bailan las verduras.
Los tomates y las lechugas se sientan un rato a compartir unas aceitunas amargas.
Las servilletas y los manteles discuten quien será el próximo presidente de la nación  y las cucharas y los cucharones juegan una partida de dómino en parejas entre las ollas y los sartenes.
 
Las botellas y los posa velas hablan mal a espaldas de un pobre florero que hace mucho que no le ponen flores.
Los cuchillos y los tenedores se dan apasionados besos con restos del último banquete. Las patatas y los huevos giran por el pasillo, en el loca carrera de esquina a esquina y de muro a muro y el salero con la pimienta pelean y pelean por el azúcar, una de las más dulces y revolconas se cuenta a viva voz en el cotilleo diario entre rábanos y pepinos entre mieles y pasteles.
 
Los platos llenos de agua en el fregadero esperan por su baño de espuma diario.
Los copas delgadas ilustres copas, brillan en soledad para acariciarse en un salud.
Los saca corchos realizan flexiones de brazos y contorsiones de cuello.
La panera sirve de cama para el descanso de unos panes obesos a puntos de morir y unos pinchos afilan sus puntas augurando un cercano coctel.
 
Y entro yo a la ostentosa cocina, sin darle aviso ni a una sandia ni menos a un melón, y el rebaño se queda detenido y me miran quietos esperando que me vaya sin hacer ni un ruido, pero cuando me estoy yendo  y estoy cerrando la puerta, escucho un murmullo y vuelvo y busco con mis ojos rápidamente, lo descubro, es un vaso que se ha trisado de espanto, es un vaso que se le ha partido la vida, es un vaso que agoniza en mi cocina.
 
Y yo me quedo mirándolo, pensando y paseando con ojos busca respuesta,  preguntándome ¿Por qué la cocina me esconde su secreto, que al cerrar la puerta tiene vida?

 

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