El camino del miedo
Cuenta la historia que un peregrino adentrándose en el último pueblo para llegar al final de su destino, tuvo que cruzar un frondoso bosque de caducifolios. Era de noche y la luna lo acompañaba solo por ratos. El frio de un momento a otro bajó estrepitosamente y al divisar una fuente de agua, el peregrino decidió detenerse un momento para descansar y tomar fuerzas. Sacó de su zurrón algunos frutos secos y un trozo de pan, también aprovechó de suministrar a su calabaza agua fresca para el resto del viaje. Dispuesto a continuar después de un par de minutos y apoyando en su bordón su peso, observó por un momento el bosque de caducifolios, el cual en ese punto se dividía en dos caminos totalmente iguales. No lo pensó mucho y tomó el de su mano izquierda, adentrándose en él como quien entra en su casa. Llevaba ya cerca de una hora caminando, y totalmente abandonado de la luna, encendía por ratos una vela para no perderse en el camino. De repente y de forma imprevista se le apareció un hombre de frente, parecía enfermo, apenas caminaba, más bien se arrastraba, su rostro estaba esquelético y su ropaje sucio y rasgado. El peregrino se acercó rápidamente para tenderle su ayuda, le convidó agua, el ultimo trozo de pan y algunos frutos secos que le quedaban. El hombre agradecido, lo miró a los ojos profundamente, tanto que el peregrino pudo sentir el miedo en su propia carne y le dijo: “Peregrino has tomado el camino incorrecto, por este lado reina el miedo, mas adelante el paso es imposible, el bosque se cierra como puerta gigante por la cual no se puede pasar, no hay fuentes de agua ni arboles que den fruto, morirás en el camino, además te has quedado sin provisión alguna” El peregrino, por un momento sintió que el miedo lo acechaba, ya no le quedaba ni pan ni frutos secos y apenas había un poco de agua en su calabaza, pensó en volver y tomar el camino que había desechado, pero decidió seguir adelante incluso invitando al hombre a quien se había encontrado a acompañarle. Este, con el miedo viviendo en sus ojos, le comentó que al igual que él, era peregrino, que se había detenido en la fuente de agua y había tomado el camino de la mano izquierda, y que al darse cuenta que le era imposible seguir, había decidido volver y tomar el camino de la mano derecha. Finalmente cada uno tomó su camino y se despidieron jurando encontrarse en destino. El peregrino siguió su camino, solo acompañado del resto de vela que le quedaba para alumbrarle, adentrándose aun más en el bosque que a decir verdad se cerraba cada vez mas como puerta gigante por la cual no se puede pasar. Al día siguiente saliendo del bosque y totalmente exhausto, el sol brilló en sus ojos, divisando su destino, miro hacia atrás dichoso y para sorprenderlo aún mas sólo se veía un solo camino, el que él había escogido. |